Aviso

 

Ciertamente ha habido invenciones que incidieron radicalmente en la modificación del paisaje social. Creaciones humanas, que inspiradas en un propósito persistente de superación,  consiguieron avances científicos o tecnológicos emancipadores. 

 

¿Cómo se proporciona atención de salud mental a personas que están siendo aniquiladas? Es una pregunta que me hacen constantemente como psiquiatra en Gaza, y que acecha cada interacción que yo y otros médicos tenemos con los niños y las familias a los que atendemos. La respuesta, según he aprendido tras 20 meses de genocidio, es más simple y más compleja de lo que nadie imagina.

 

En Estados Unidos está en marcha una guerra contra los migrantes pobres, a los que se cataloga de personas indeseables, una calificación que hace referencia a los humildes del mundo no importa del país de donde vengan, ni las condiciones de violencia, miseria, hambre, destrucción ambiental que los obliguen a dejar su suelo natal, condiciones que son propiciadas en gran medida por Estados Unidos.

 En América Latina se ha producido una exitosa apropiación del concepto “libertad” por parte de las derechas políticas y económicas. Con distintas variaciones como “libre mercado”, “libre empresa”, “economía libre” e incluso, muy recientemente, tras la ideología “libertaria” y al mismo tiempo “anarcocapitalista”, lo que se pretende sostener es que una economía basada en el mercado y la empresa privada es la expresión genuina de la libertad humana, en general.

 

Esto es el fin. El último capítulo sangriento del genocidio. Pronto terminará todo. En unas semanas como mucho. Hay dos millones de personas acampadas entre los escombros o al aire libre. Docenas de ellas son asesinadas a diario por los proyectiles, los misiles, los drones, las bombas y las balas. Carecen de agua limpia, medicinas y alimento. Han alcanzado el punto de colapso.