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En Estados Unidos está en marcha una guerra contra los migrantes pobres, a los que se cataloga de personas indeseables, una calificación que hace referencia a los humildes del mundo no importa del país de donde vengan, ni las condiciones de violencia, miseria, hambre, destrucción ambiental que los obliguen a dejar su suelo natal, condiciones que son propiciadas en gran medida por Estados Unidos.

Todos los días se conocen nuevas disposiciones jurídicas, restricciones legales y económicas, anuncios amenazantes, con mucha dosis de crueldad, clasismo y racismo.

Quedaría la impresión de que en Estados Unidos ‒un país de inmigrantes‒ se rechaza a todos los extranjeros, con independencia de sus extracción de clase. Esto no es cierto, porque en los Estados Unidos se acoge a ciertos migrantes, que hagan parte del club de los ricos del planeta, predominantemente blancos.  Esto lo evidencian dos hechos de índole clasista: la venta de visas doradas y el asilo de afrikáneres que proceden de Sudáfrica. 

VENTA DE VISAS DORADAS [GOLDEN CARD]

En Estados Unidos existe la Green Card [Carta Verde], una visa especial que se concede a ciertas personas que quieran vivir y trabajar en ese país y quienes la obtengan gozan de los mismos derechos de cualquier ciudadano estadounidense. Los que quieran esa visa deben hacer una solicitud, realizar unos trámites y esperar aprobación oficial del gobierno de Estados Unidos. Donald Trump ha propuesto una nueva visa, la Golden Card [Tarjeta Dorada], la que puede comprarse sin realizar ningún trámite, simplemente desembolsando la “modesta cifra” de cinco millones de dólares [equivalentes a unos veintidós mil millones de pesos colombianos].

Trump es un típico capitalista que ve a Estados Unidos como una gigantesca empresa en la que pueden obtenerse jugosos réditos, a costa de la explotación y miseria de la gran mayoría de la población de ese país y del resto del mundo. Trump demuestra una sólida conciencia y solidaridad de clase, con los de su clase, los capitalistas, multimillonarios y poderosos no importa donde hayan nacido, siempre que tengan como identidad el capital del que dispongan. Con esa perspectiva, Trump ha dicho que esa Tarjeta Dorada va a atraer a inversionistas con dinero líquido, los cuales van a crear empleos y a pagar impuestos, para beneficio de esa economía, a diferencia de los migrantes pobres que son, para esos ricos, un incómodo estorbo, que hay que quitar del camino. A los millonarios que compren su Tarjeta Dorada se les garantiza la ciudadanía de Estados Unidos, pero eso si deben ser de “clase mundial”, gentes de muy “alto nivel”, agregó Trump, del nivel delincuencial que a él lo caracteriza y que forma parte de la identidad de la lumpenburguesía de cualquier lugar del planeta.

ASILO Y REFUGIO A “BLANCOS PUROS” [AFRIKANERES] DE SUDAFRICA

El otro hecho que expresa el claro carácter de clase del gobierno de Donald Trump es el de la acogida jubilosa de 59 “refugiados” de la etnia blanca afrikáners de Sudáfrica. Son “blancos puros” que pertenecen al minoritario sector que mantuvo el Apartheid en ese país durante décadas y sometió con brutalidad a la población negra, la mayoría absoluta, de ese territorio. Descienden directamente de los holandeses que llegaron al sur del continente africano desde 1652. Aunque solo constituyen el 7% de la población de Sudáfrica, acaparan el 50% de la tierra, lo que indica su poder económico.

Para obtener refugio en Estados Unidos han alegado que están siendo sometidos a un genocidio, ejercido contra ellos por ser blancos, por parte de la mayoría negra del país. Y Trump ha usado este argumento como excusa para darles asilo, indicando que “es un genocidio lo que está ocurriendo y “están matando a los granjeros. Da la casualidad de que son blancos”. A lo que había que agregar que no solo son blancos, sino que pertenecen a una fracción de la clase dominante de Sudáfrica.

De ahí que se les acoja como refugiados, se envíe un avión chárter de Estados Unidos para llevarlos hacia ese país y se invente un genocidio. Este término, en boca de genocidas de larga data como son los asociados al poder en Estados Unidos, es falaz, cuando ese país es responsable directo del genocidio de Palestina. Mientras que Israel asesina cada segundo a hombres, niños y mujeres, a los que bombardea en escuelas y hospitales, los acorrala y los mata de hambre, los palestinos [claro pobres y de color oscuro] ni siquiera gozan del derecho a que se reconozca que ellos están viviendo a flor de piel un genocidio sin precedentes en la historia reciente del mundo.

La medida del gobierno de Trump tiene un sesgo genocida de clase y de raza, porque al tiempo que se inventa un genocidio, niega el real, el de Palestina, e incluso acusa a Sudáfrica por haber interpuesto una demanda contra el estado sionista y asesino de Israel. 

Como para que no queden dudas de su clasismo, Trump dispuso que los afrikáneres recién llegados sean alojados en hogares que cuenten con mobiliario y artículos domésticos esenciales. Algo que se les niega a los millones de migrantes que hace años malviven en Estados Unidos y a los que se les encarcela en jaulas o se les expulsa a las cárceles de Bukele en el Salvador.

No solo a los palestinos se les niega cualquier ayuda ‒salvo la humanitaria de bombardearlos a diario‒-sino que se niega el asilo a personas procedentes de Afganistán, Sudán o El Congo, asolados por guerras, guerras que llevan la marca Made in Usa.

La importancia de la clase social

En síntesis, para los multimillonarios todos los privilegios porque se les considera como humanos de primera clase, que merecen las atenciones del gobierno de Estados Unidos y de sus clases dominantes, mientras que a los migrantes pobres, que se les concibe como una plaga indeseable, sucia y apestosa,  se  les persigue con una crueldad de clase, propia del capitalismo realmente existente y no de los manuales de economía neoliberales, que aplauden la “libertad de elegir” que supuestamente proporciona el capitalismo.

Esto indica que la C-L-A-S-E [en inglés C-L-A-S-S], esa impronunciable palabra de cinco letras al decir de Noam Chomsky, es una realidad material que sigue existiendo y su consideración es fundamental para entender lo que sucede hoy en la primera potencia del mundo. En consecuencia, aunque sean importantes otros aspectos, entre ellos el racial y el de género, en última instancia Donald Trump y compañía, con su cinismo y desprecio de clase (CLASISMO) ‒ expresión de la lucha de clases que libran desde arriba los poderosos del mundo contra los trabajadores, los desvalidos, los migrantes pobres‒ evidencian la importancia de la conciencia y solidaridad de clase por parte de los capitalistas de allá y acullá, algo que deberían aprender los miembros de las desorganizadas clases subalternas, tanto en el corazón del imperio como en nuestro heterogéneo mundo periférico y dejar a un lado tanta ideología woke, que despolitiza e inmoviliza en la lucha contra el capitalismo realmente existente.

Publicado en papel en El Colectivo (Medellín), No. 108, junio de 2025.