Aviso

 

En la era imperialista de las pantallas monopólicas omnipresentes, cuando la velocidad del espectáculo se impone como criterio de verdad, defender la ética en la comunicación no es sólo una necesidad teórica: es una urgencia política, una trinchera histórica.

 

Ciertamente ha habido invenciones que incidieron radicalmente en la modificación del paisaje social. Creaciones humanas, que inspiradas en un propósito persistente de superación,  consiguieron avances científicos o tecnológicos emancipadores. 

 

La irracionalidad humana se hace patente en la historia de la humanidad desde que desaparece la propiedad comunal y tiene su aparición la propiedad privada de los medios de producción. Desde ese momento la humanidad atraviesa diferentes períodos en donde unos pocos se apropian los bienes y servicios creados con el trabajo de la mayoría social.

 

Cuando instalaron el teléfono en casa, estaba colgado de la pared, y su tintineo estaba rodeado de un aura en paridad con el destino. De día marcaba la sospecha: ¿quién será? De noche era una siniestra llamada que nos conmovía hasta descolgarlo y escuchar una voz querida. También se convirtió en una alarma de silencio, de repente sonaba en el pasillo y el silencio en la mesa era sepulcral.

 

Lo que hasta ayer fue pura ciencia ficción, ahora es realidad cotidiana. Máquinas y programas que crean contenidos propios y que amenazan millones de puestos de trabajo.