Un domingo llegaron a mi casa, los promotores de una religión; me dijeron que iban a llevarme la verdad, cosa que me alegró mucho; pero esa terrible costumbre que nos deja la formación de ingeniero, me llevó a poner las cosas en términos mensurables. Por tanto, la pregunta que siguió, fue:

 -¿La verdad de qué?

 

-De la palabra de Dios- fue la respuesta.

 

-Entonces los miles de millones de personas, que profesan otras confesiones, ¿no tienen la verdad? ¿los que practican el sintoismo, el hinduismo, el budismo, el naturalismo, el islamismo, el catolicismo, están equivocados y la verdad la tiene sólo usted?

 

Creo que estas personas se habrían ganado mi respeto si de entrada hubieran preguntado: -¿Quiere que le hable de mis creencias religiosas?. Me parece más adecuado.

 

No pretendo atacar ninguna religión; sólo traigo esta anécdota para introducir el tema que quiero dejar para el debate. Una de las tesis que desarrollan algunos pensadores alrededor del Pensamiento Complejo es que el proyecto epistemológico cartesiano es el proyecto epistemológico del capitalismo. Renato Descartes no tiene la culpa de lo que se va a plantear aquí; tampoco se busca concluir que estaba equivocado. Más claro lo dijo él en la sentencia que fijó su papel histórico: “pienso luego existo”, fundamento del racionalismo occidental

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Es importante hablar así del proyecto epistemológico cartesiano porque es el que te metieron en la escuela, en la familia, en la forma de conocer de tu sociedad, tanto a los de derecha como a los de izquierda. El título completo de la famosa obra que conocemos como “El discurso del método” es “Discurso sobre el método que ha de seguir la razón para buscar la verdad en las ciencias”. Todo bien hasta ahí.

 

A partir de ahí se impone un discurso positivista en el que desaparece el ser humano como sujeto conocedor de las cosas. Es decir, el pensamiento siempre conduce a la “verdad”, no se equivoca ni corresponde a particularidades del que en ese momento razona. En el decir de Edgar Morin, el sujeto vicia la interpretación de la realidad. No se quiere decir que no existan certezas.

 

Las ideas dominantes en una época son las ideas de la clase dominante, con lo que surgen problemas cuando la ideología se convierte en verdad, cuando el poder económico y la autoridad se confunden con ésta. En Colombia, por ejemplo, es cierto que se presentaron falsos positivos y que son crímenes de lesa humanidad; no obstante, los responsables logran la aprobación social y obtienen la favorabilidad de  los votantes. ¿Entonces de qué sirve la “verdad”?

 

Los razonamientos carecen de sentido sino tienen relación con el mundo real. Todos estos comentarios sobre el conocimiento vienen muy al caso – y es su propósito principal – con respecto a los resultados del reciente plebiscito en Colombia, en el que cada uno de los bandos del No o del SI, se explican la posición contraria en razón de la “imbecilidad” del otro. Carecen de sentido y son infructuosos las discusiones así planteadas.

 

Lo que normalmente se ven son seres humanos atrapados dentro de ellos mismos, víctimas de las definiciones que les ha establecido el entorno social. Seres atormentados deseos de poseer la verdad que les de la razón para que les valide sus acciones contra el otro, temerosos de que el mundo cambie por que esto quita la seguridad del pasado y obliga a pensar en nuevas formas que les permitan vivir una situación diferente, con todo lo que ello implica. O sea, que en el conocimiento de la realidad están presentes los intereses individuales.

 

Esto se aprecia también en los analistas políticos cuando “muy objetivamente” sopesan tres posibles alternativas, entre las cuales ven como “más viable” la que se ajusta a sus concepciones, creencias e intereses particulares. Esto es muy lógico, si la selección de fútbol de mi país se enfrenta a otro equipo, la mejor opción es que gane mi país. Lo normal es que nadie se plantee lo contrario.

 

O sea que en el conocer están presentes las concepciones, los intereses, las creencias, los temores, los deseos, las condiciones sicológicas del ser humano, no la verdad que dará la razón. La verdad no es tampoco una suma de verdades, ni una mayoría de verdades. Decía el Mago de Otraparte: “Yo no hablo de la verdad, yo hablo de mi verdad”.

 

Y el Maestro González también decía en sus “Arengas políticas” (Se espera que conduzcan a las respectivas reflexiones):

 

“Política: es la faena de gestar una patria donde sea bueno estar vivo”

 

“¡Qué bueno es tocar y oler en una patria!”

 

Lo que se desea es que alguien se cuestione cuál es realmente la mejor opción para el país como universalidad de sujetos. O las mejores opciones. No tiene porqué ser una sola.

 

Cuando alguien se aferra a la verdad y a la razón es porque a lo que se aferra realmente es a sus intereses. Todo se enjuicia desde un punto de referencia previamente definido y forjado por la vivencia personal en el entorno social.

 

Una forma de empezar a crear un nuevo proyecto epistemológico es entender que el ser humano se relaciona de múltiples formas con el entorno que lo rodea; de esta forma será posible mover los puntos de referencia, para no tanto como asumir la posición del otro, pero sí para aceptarlo, comprenderlo y respetarlo. Esa es una raíz de la democracia.

 

Octubre 12 de 2016