De acuerdo con la información de los medios de comunicación en Colombia, ahora los niños no mueren de hambre en el país, sino de “problemas asociados al bajo peso”. Forma descarada del lenguaje, que ofende porque además suponer la idiotez de los oyentes -a quienes se les presenta la ignominia en el celofán de los eufemismos- trata de ocultar las
crudas realidades de su modelo social, no sólo para la nación, sino también para el resto del mundo. Importa sí mantener las estadísticas, no vaya a ser que dejen de mirarnos como el país más feliz del mundo.
A no ser que con tales palabras quieran mostrar preocupación por el bajo valor del peso, acosado por el intercambio monetario, fórmula que descarga sobre la población las desgracias del deterioro de los negocios capitalistas. Corresponde a los pueblos asegurar con hambre las ganancias que la crisis del sistema mundial y local no permiten alcanzar. Sólo así se podrían entender los problemas asociados al bajo valor del peso que afecta la capacidad de compra de los ciudadanos más pobres.
Las poblaciones más vulnerables son la que más directamente sufren las desgracias de la sociedad burguesa. A las tribus milenarias de la Guajira nunca las diezmó la inclemencia de la naturaleza -a la que se han enfrentado durante tanto tiempo- pero sí las decisiones del capitalismo en cinco años; pues, desde las esferas gubernamentales se ha cohonestado con el desvío de los ríos para favorecer el desarrollo de las empresas multinacionales. Basta con mirar hacia los desiertos de la Guajira para ver la sequía de lo humano de la sociedad dominante en Colombia.
Todos estos infortunios cubren todo el planeta; a tal punto que ponen en riesgo la existencia misma de la raza humana y de la vida en la tierra. Como lo expresa Marx, a medida que se adquiere un mayor dominio tecnológico sobre la naturaleza, con sorprendentes logros nunca antes vistos, esto sólo sirve para regar la pobreza sobre el mundo entero. El hambre que acosa a América, Asia, África y Europa, sucede por la misma causa: la explotación capitalista.
Con estas constantes manipulaciones mediáticas se violenta el derecho a la información y a la verdad; lo que confirma a diario que estas tres categorías no se cumplen. Ya se trate de la situación en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil, Nicaragua, Cuba, Siria o de las negociaciones de Paz en Colombia. Buscan mostrar incoherentemente que la gloria es el sistema neocolonial existente en Colombia y que alejarse de éste representa el infierno. La crisis está en los gobiernos progresistas regionales y nunca en el hambre y la miseria de los ciudadanos propios.
Más allá de desinformar, manipular y tergiversar, fomentan el odio irracional contra los ciudadanos y dirigentes de los países vecinos que apoyan y representan a sus gobiernos nacionalistas y soberanos. Con mayor énfasis lo promueven en el propio territorio nacional contra todo tipo de posiciones políticas opuestas al régimen neocolonial.
Para contrarrestar todas estas aberraciones informáticas, es primordial fomentar medios alternativos de información que respeten a los interlocutores y sean guardianes de la vida, la verdad y la democracia.